jueves, 20 de septiembre de 2018

Expresiones-Estar como un tren-Vete al Carajo-No hay moros en la costa


Para encontrar el porqué de esa analogía entre el concepto belleza y un tren debemos situarnos en mediados del siglo XIX e ir a la época de los orígenes de ese medio de transporte, cuando de la noche a la mañana en los paisajes de muchos lugares comenzaron a aparecer unas grandes e imponentes máquinas de hierro que servían para transportar a las personas (y mercancías) sobre unos railes: el ferrocarril.

Hasta entonces el medio de transporte más común era ir en algún carro/diligencia/coche tirado por caballos (u otros equinos) o montados sobre estos.

La aparición de esas fabulosas y deslumbrantes locomotoras hacían asombrar a cualquiera y muchos eran los que quedaban boquiabiertos 
al verlas por primera vez.

Por tanto, era tal la fascinación que había hacia esas primeras locomotoras que el hecho de comparar a una mujer

(o a cualquier otra persona o cosa) con un tren era ponerla a la altura de una gran obra de ingeniería e indicar con ello de que era perfecta e inmejorable.

Hoy en día aunque siga utilizándose el decir que alguien ‘está como un tren’, en vista del estado lamentable en el que se encuentra muchos trenes (sobre todo los de cercanías), la expresión ha perdido prácticamente su sentido original.

Otras expresiones con tren

Vete al Carajo



No hay moros en la costa


Se dice no hay moros en la costa cuando no hay nadie cerca que pueda ver lo que se va a hacer.

Esta palabra viene de la época de la Reconquista española. Los musulmanes atacaban, sobre todo, la zona del Levante saqueando, destrozando y secuestrando gente en sus ataques. Esto ocurría en pueblos con escasas defensas donde se construyeron pequeñas torres para divisar el horizonte en busca de musulmanes. Si veían al enemigo se encendían grandes antorchas las cuales eran vistas desde varios kilómetros y se gritaba: "MOROS EN LA COSTA".


Con el paso de los siglos, ¡Hay moros en la costa! pasó a ser una expresión de uso popular para advertir a alguien sobre la presencia de quien representa cierto peligro, porque no conviene que escuche algo de lo que estamos diciendo.







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