La Banca y el trato a sus clientes
Una anciana se presentó en la caja del banco para retirar dinero en efectivo. Le entregó al cajero su libreta y le dijo:
Quisiera retirar 50€.
El cajero le respondió:
.- Para retirar menos de 600€, use el cajero automático.
La anciana preguntó:
¿Por qué?
El cajero le contestó, sin mayor explicación, mientras le devolvía la libreta bancaria:
.- Esas son las instrucciones. Por favor, hay gente detrás suyo esperando ¡Por favor, vaya al cajero automático!
La anciana permaneció en silencio unos segundos, luego devolvió la libreta al empleado del banco y le dijo:
Por favor, ayúdeme a retirar todo el dinero de mi cuenta…
El cajero se asombró cuando revisó el saldo de la cuenta de la anciana y le dijo:
.- Tiene 100.000€ en su cuenta y el banco no puede entregar esa cantidad en este momento. ¿Puede volver mañana?
Sin inmutarse, la anciana le preguntó cuánto podía retirar en el acto. El cajero le respondió :
.- Cualquier cantidad hasta 3.000€.
La anciana le pidió entonces:
Bueno, por favor, entrégueme 3.000 euros.
El cajero regresó enojado, sacó una pila de fajos de 5€, 10€ y de 20€ y pasó los siguientes diez minutos contando esos billetes de pequeña denominación hasta llegar a los 3.000€ solicitados. Se los entregó a la anciana y le dijo:
.- ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?
En silencio, la anciana guardó 50 euros en su cartera y le dijo:
Sí, quiero depositar estos 2.950€ en mi cuenta.
Moraleja: No le pongas las cosas difíciles a las personas mayores y a los experimentados, porque se han pasado la vida trabajando y aprendiendo habilidades.
TODOS A FAVOR DEL TRATO HUMANO DE LOS BANCOS A LAS PERSONAS MAYORES. NO SON IDIOTAS SON MAYORES Y MERECEN ATENCIÓN Y RESPETO.
La enfermería se muere
A la enfermería no la mata la pandemia, que sí que ha agravado la situación, la mata la administración y la mata la sociedad.
La mata la persona que hace cola en un servicio de Urgencias para hacerse solo un test de antígenos.
La mata la administración que manda un Christmas navideño por mail, pero no refuerza la Atención Primaria.
La mata UGT con su carta pidiendo que retiren a las enfermeras del 112.
La matan las altas esferas con su palmadita pública, pero que no nos preguntan cómo estamos.
La mata el paciente que acude por la mañana a su centro y por la tarde a Urgencias "porque solo le ha atendido la enfermera".
La matan los que nos venden un falso empoderamiento, sobrecargándonos de trabajo, "otorgándonos más competencias" cuando faltan médicos.
La matan los pacientes que hace unos días esperaban a la puerta de un centro de salud en Cáceres al grito de "hijos de puta".
La mata el aplauso del año pasado ahora reconvertido en "yo te pago el sueldo con mis impuestos". Eterno y rancio discurso.
La matan los precarios convenios en centros sociosanitarios, que te hacen tener 150 residentes por noche, un sueldo lastimero y unas condiciones laborales pésimas.
La mata la falta de conciencia social, la falta de educación y la falta de empatía.
La mata la gestión de la OPE en Navarra y los sindicatos que en la mesa sectorial callan cuando se ofrece la posibilidad de posponerla.
La mata esa noticia viral de "sanitarios contagiados en una comida", como si no se nos permitiera otra cosa que no fuera trabajar. Porque si tú te contagias en una comida es mala suerte, pero si lo hago yo es una imprudencia, una falta de profesionalidad, que no predico con el ejemplo...
La mata ese paciente que me dijo la semana pasada: "Tú serás muy enfermera, pero no tienes ni puta idea de lo que estás hablando".
La mata, de nuevo, la administración; con su altísimo porcentaje de eventualidad, cuando no invierte en potenciar la enfermería escolar, la salud mental, las especialidades de enfermería, la educación para la salud, la atención domiciliaria, etcétera. Cuando lejos de reforzar servicios que funcionan bien, como las Urgencias Extrahospitalarias de Navarra, los intentan romper para poner parches a Atención Primaria.
La enfermería se muere. Como la sanidad pública, como el sentido común, como mis ganas de hacer turno mañana por la tarde. Antes de irme a entonar mi réquiem quiero aclarar que firmo esta carta, este grito de socorro, porque debo hacerlo para poder publicarla, pero la realidad es que no importa quién sea yo. Qué más da mi nombre, mi puesto o mi centro de trabajo. Soy el número de contrato 27.893, por ejemplo. Soy a la que reubicásteis en otra planta a mitad de turno, la del EPI perpetuo, la que te hizo aquella PCR y le apartaste la mano, a la que aplaudiste desde tu balcón, la de primaria, la de la urgencia, la de la planta, esa familiar o amiga sanitaria a la que acribillas a preguntas, soy a la que chistas en el pasillo del hospital, a la que llamas "practicanta", a la que llamas "puta" cuando no te ofrece una sanidad a la carta y al gusto del consumidor.
Puedo ser tantos compañeros o compañeras, que mi nombre o mi servicio no representa nada, pero mi hastío y mi pena sí.
Un minuto de silencio por esta profesión que agoniza.